lunes, 27 de febrero de 2012

De la noche al día: el tránsito por el valle

Caí al valle, y para cuando me incorporé ya había anochecido. Redundando en preguntas a mí mismo encontré un sendero, de aquellos estrechos y que parecen no llevarte a ningún lugar. Caminé por horas y me encontré con la serenidad, esa que solo te visita de vez en cuando. Tenía miles de dudas que quería que me contestara, pero tras varios minutos de acompañarme en absoluto silencio me dijo que su aparición sería corta, que había más gente en el sendero a quien también debía ayudar; y así, sin más, desapareció, dejándome ante los primeros rayos del alba y el olor de la tierra al amanecer.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Manuela.



Éramos solitarios y peregrinos cuando nos encontramos. Su dulce mirada y el aroma de su piel me enamoraron. No había llegado a los veinte cuando la conocí y sin embargo creí amarla como si tuviera cien, doscientos o hasta trescientos años.

Detrás del milagro de su sonrisa escondía dolores, pasiones y un corazón herido.

Manuela, la llamo.

La hice mía varias veces y en medio de sus brazos recobré vida. Robaba mi aliento y me deshacía con su sensibilidad.

lunes, 20 de febrero de 2012

Simplemente un beso


“El beso aquél que nublo mi vista no fue el primero pero si el mejor”

Muchos dicen que el primer beso no se olvida, que permanece todo el tiempo, que cada vez que besas a alguien recuerdas cómo se sintió, cómo se vivió, cómo te cambió. Pero yo no recuerdo aquel primer beso, no recuerdo ni las mariposas en el estómago, tampoco los nervios, lo único que he guardado en mi memoria es el nombre de aquel niño de 12 años que fue mi primera ilusión.



Ni siquiera recuerdo los que le siguieron, debieron ser tan básicos y normales que ni un segundo de mi vida me he parado a pensar en ellos. Pero no recordar no me inquieta, estoy consciente que yo sólo recuerdo lo que me marca. Y otro beso si lo hizo.

El monstruo.


De niña siempre quise conocer ese monstruo, verle la cara, oír su voz. A veces me quedaba despierta esperando solo que aparezca, que venga y al pie de la cama me diga: “Esta noche te llevaré lejos, donde no nos encuentren ni nuestras propias sombras”.

El monstruo nunca apareció y dejé de creer en ello. Dejé de creer tanto en ello que cuando tuve la oportunidad de cambiar mi cama, simplemente no dejé espacio entre ella y el suelo. Si no iba a llegar, no había necesidad.

Con el tiempo, con los años, la vida, los tropiezos y mi masoquismo, comprendí que el monstruo nunca llegó en otro cuerpo que no era el mío.

El monstruo no vive debajo de la cama, el monstruo siempre duerme encima de ella.

domingo, 19 de febrero de 2012

Jewel, manos, y de como estas son salvación y pecado

Aún había un poco de té en la taza y algo de sus recuerdos en la mente, cuando esa canción cruzó por el reproductor de música para hacerme pensar en la ironía del momento que el mundo estaba por vivir, por lo menos aquel mundo de costumbres católico-europeas al que el carnaval y la consecuente cuaresma invadían. La voz melodiosa y casi susurrante de Jewel repetía el coro de "Hands", esa canción que tan famosa la hizo por allá en el '98:


Zaid - Díaz. Da igual.

Una biografía? Me ahorraré el trabajo de contarles mi vida, y les diré lo que soy ahora, puede ser que mañana sea otro...

Así como todo ser humano, he llorado por amor, y esas lágrimas no han visto la luz, pues se guardan en el corazón esperando convertirse en sonrisas, mientras tanto me escudo bajo la música, bajo poemas, me oculto en la soledad.

La dilación es el peor defecto, y el que mas me gusta, pues mi mejor satisfacción es la presión que ejerce el tiempo sobre mí, que me obliga a explotar ideas, que hace latir mi corazón. Solo digamos que me gusta la presión.

sábado, 18 de febrero de 2012

Querido Juan Carlos.




Hace tres años cuando empezaba a trabajar y a dejar mi vida estudiantil, me encontré con uno de los mejores amigos que me ha tocado. El debe llevarme unos 15 años y una familia más. Solía hacerme reír y el trabajo dejó de ser trabajo.

Cuando hablábamos con frecuencia me preguntaba, ¿Fer, te has enamorado?

Tenía 21 años.- No Juan Carlos, nunca. A veces creo que eso es algo que no pasará en mi vida. 
El con su sobriedad y con la fina coquetería que le caracterizaba me veía y sabía que eran palabras necias.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Insensata por naturaleza

Y aquí es cuando  debería empezar a describir como soy ¿cierto? o ¿tal vez es aquí donde debería contarles lo que quiero? A lo mejor si fuera una persona normal y sensata lo haría, pero no, hace tiempo descubrí que de normal no tengo nada,  y la sensatez la perdí el mismo día en que empecé a escribirle al amor como si existiera. Así que les puedo decir que esa insensatez no me permite contarles más allá de lo que podrán descubrir luego de leerme.

lunes, 13 de febrero de 2012

La peregrinación del invocador...

"Escogí ser bueno, por simple hecho de que le tengo terror al karma"

Sí, creo que soy bueno, y sí, a mis ojos siempre voy haciendo lo correcto. ¿Acaso a alguien más le podría importar si hago las cosas de distinta manera? No lo creo... Es por eso me autoproclamé santo y me elevé a los altares de mi propio ego. Por eso me consagré a mis ideologías que tal vez no tienen mucho sentido y por eso he decidido hacer el bien, a mi manera.

domingo, 12 de febrero de 2012

Fer, solo Fer.



Cuando digo “te quiero” no espero algo a cambio, ni acciones, ni palabras, ni silencios. Esperar es de humanos y yo hace tiempo dejé de ser una de ellos.

Aún ando inventando una biografía que no se lea cursi y la verdad, para qué me engaño, debo admitir que soy apasionada, un poco intensa, bastante loca y que no conozco otra forma de querer que no sea con todo y hasta con lo que nos falta y, pues, tampoco tengo intención de conocerla.

Y con ustedes, ¡el PincheHéctor!...


Me dicen que debemos presentarnos todos los tuiteros que formamos parte de este nuevo blog, que intenta agrupar un variopinto grupo de ecuatorianos con mucho que decir y nadie que nos escuche. Si, presentarnos como cuando estamos en la escuela, año tras año, y durante toda la primera semana de clases. Claro, debería tener práctica, dirán ustedes, especialmente cuando acá en Ecuador esa “linda” costumbre se mantiene hasta el semestre en que te gradúas de la Universidad; pero es que nunca fui bueno en eso, lo odié con toda mi alma y solo quería levantarme y largarme del salón tirando la puerta tras de mí hasta que esa estupidez termine, más dramáticamente que en novela venezolana.