lunes, 18 de junio de 2012

Tu sonrisa no te la quites por fa.

Tu nombre y el mío combinan perfectamente, hasta parecen diseñados para quererse por siempre, no como en los cuentos de hadas con finales felices, sino para la vida y para esas historias en las que solo el infinito decide cuando poner el punto final.

Te viste. Me viste. Nos hemos visto. Ahora pregunto, ¿te viste? ¿Me viste? ¿Nos hemos visto?

Yo te veo cuando caminas, cuando murmuras, cuando pretendes reír y en el fondo no haces más que añorar.

Yo me veo cuando finjo no verte, cuando mis manos torpes se esconden de las tuyas por miedo a romper el silencio.

Yo “nos” veo cuando al sentarnos de este lado de la vida no hacemos más que ignorarnos para no perder esto que nos queda que no sé cómo se llama pero que se siente bien bonito.

Esta historia que no es ni siquiera nuestra no conoce más etiquetas que este imperfecto querer y mi historia que es más tuya que mía, no conoce mejor maravilla que tu sonrisa. Esa que cuando se ubica en tus atinados labios logra que el mundo entero me sonría o será acaso que mi mundo es tu propia sonrisa. Como sea, tu sonrisa, -si, esa que en este mismo momento pintaste-, no te la quites, por fa.

Me invades, me llenas, te vas y regresas y entonces te imagino cubierto de todo el dulce sabor de mi boca, te imagino saboreando cada contacto de piel. De nuestra piel. Te imagino y vivo y si vivo es por imaginarte.

Queriendo sin motivos y haciendo lo imposible porque no te quedes, te sigues quedando, ya no escapo más de ti porque mi escape siempre has sido y serás tú. No me voy, ya no. Solo te espero como quien espera lo que llega aún sin haber llegado.

Ahora si, ven y tócame un poquito, dibuja con tus manos mi hogar, nuestro hogar, que si algo es deliciosamente habitable, eres tú.

Y entonces, ¿qué esperamos?  

2 comentarios: